Me vuelvo al pueblo: la receta que me ha extendido el médico

Todos sabemos que la vida no es fácil, pero también que, como decía el genial Andrés Montes, puede ser maravillosa. Eso sí, para ello hay que luchar mucho y sobre todo intentar ser feliz. Todos somos conscientes que muchas veces no somos conscientes de lo que tenemos ni sabemos disfrutar de lo que tenemos. Cuando me hablan de contar historias que emocionen siempre cuento la de mi tío Carlos. Si os apetece os lo cuento.

Mi tío tenía 60 años. Y es de esas personas que cuando piensas en un trabajador, siempre te viene a la cabeza él. Desde joven, muy joven, se tuvo que marchar del pueblo, como muchos otros, para poder encontrar un oficio. Antes no era como ahora, con tantas nuevas tecnologías y cuando te ibas a por ejemplo Madrid, no volvías en mucho tiempo si eras de un pueblo de Castilla profunda, como era el caso de mi tío Carlos.

Fue uno más que decidió hacer las maletas en busca de una prosperidad y sobre todo para poder mandar dinero al pueblo, donde estaban sus otros dos hermanos, uno de ellos mi padre. Y así lo hizo. Trabajar duro para poder vivir y mandar dinero. Pensando siempre en los demás, pero con la intención de volver a donde fue feliz. Mi tío era de esas personas que solo volvía al pueblo cuando eran fiestas, eso sí, se lo pasaba en grande, y cuando había por desgracia que enterrar a alguien. Ah, y por supuesto, cuando era Navidad, que lo recuerdo como lo mejor de mi vida.

Pues bien, tarde o temprano, y esta era una frase que decía mi abuela, la madre de mi tío Carlos, “el cuerpo siempre pasa factura”. Y a mi tío, que trabajaba en una empresa de agricultura, un día, tras semanas de sentirse agotado y con problemas respiratorios, decidió ir al médico. Muy malo se tenía que ver porque era de los que no pisaba un centro médico ni por asomo.

Y como era lógico, los resultados no fueron muy optimistas. El mundo urbano le había hecho efecto. El estrés, la contaminación y la vida sedentaria que había llevado en la ciudad ya estaban presentes. La única manera de recuperarse era respirar aire puro. Y me llamó la atención porque el médico no le recetó ninguna pastilla, ningún tratamiento ni nada. Le puso en la receta (en este caso en un papel que mi tío siempre enseña) “vete a vivir al pueblo y respira aire puro”. Curioso, pero cierto.

Dicho y hecho

Mi tío Carlos era de esas personas cabezotas que les cuesta aceptar algo. Pero en este caso no hubo dudas. Yo creo que su intención siempre fue la de regresar al pueblo, aunque no se atrevía a decirlo. En el fondo le tiraba mucho eso que fue su tierra, y lo de ver como ya otros compañeros se jubilaban y se dedicaban a disfrutar le daba envidia. Así que por primera vez en su vida hizo caso al médico y se volvió al pueblo.

Hasta el punto de que vendió su casa de Madrid y se mudó al pueblo. Le tocó comprar una casa porque la de mi abuela, donde él nació, ya estaba repartida. Pero no le importó. Compró una cercana donde lo único que tuvo que hacer es arreglar el tejado porque estaba hundido, y eso lo solucionó con una llamada a la empresa Cubiertas Estévez, que como le recomendaron puso el tipo de onduline bajo teja para conseguir tejados ventilados y evitar problemas de humedad, que para su enfermedad no era bueno.

Al principio, la adaptación fue difícil. Es cierto, que se sentía extraño, ya sabemos que para estas cosas siempre eres el forastero. Aunque él se encargaba ya de repetir que era nacido en el pueblo y que había visto nacer muchas de las cosas que ahora estaban en el pueblo.

Pero lo principal fue que sus pulmones iban ya recuperándose. Algo que es fácil de hacer, y más si como en su caso, se daba unas largas caminatas por el pueblo.  Por supuesto no faltó lo de cultivar su huerto. Y eso que mi tío nunca había sido mucho de ser agricultor. Y por supuesto luego llegó el momento de hacer peña con los antiguos quintos, de ir a jugar la partida, de ir a ver al equipo de fútbol del pueblo. En definitiva, una vida de pueblo que afortunadamente le sirvió para recuperar la salud.

Más de una vez he hablado con él de esto, y siempre me da un consejo. “No seas tonto, y no te obsesiones tanto con el trabajo, aprovecha, vive y se feliz, que esto solo es una vez en la vida”. Y en el fondo lleva toda la razón. Sin duda, la mejor receta que un médico te puede extender.

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